sábado, 15 de octubre de 2011

Cap. 3 Mi teléfono sonó...

Mi teléfono sonó y contesté, era Bastien. Decía que fuera a la Torre Eiffel a las 10 de la noche porque me estaría esperando.
Me vestí para la ocasión e intenté llegar al punto de encuentro justo a las 10 en punto ni un segundo más ni uno menos. Pero cuando llegué Bastien no estaba, esperé dos minutos más pero no venía. Así que de pronto caí en que a lo mejor estaba en la Torre Eiffel. Pregunté a los que venden las entradas si habían visto a Bastien y una chica me dijo:
- ¿Tú eres Chloé?
- Si.- estaba nerviosa.
- Sube hasta lo más alto, tu cita te está esperando.
Subí en el ascensor y llegué a lo más alto de la Torre Eiffel y no hice mucho caso a las increíbles vistas porque en el suelo vi un camino de pétalos de rosa bajo mis pies, lo seguí y allí lo vi a Bastien sentado en una mesa esperando por mi.
- Hola Bastien, esto es tan bonito. No querría que esta noche acabara nunca.
- ¿Quiéres champín?
- ¿Champín?- Comencé a reír - Sírveme.
- Espero que no te moleste es que no sabía si eras muy joven para el champagne. - Me acababa de llamar niña pequeña.
- Perdona pero tengo 15 años y ya estoy acostumbrada a beber champagne.
- Mis disculpas señorita.
- ¿Y qué hay de comer señorito?- Bastien sacó la tapa del plato y vi unos espaguetis con albóndigas.
- Espagueti... muy original.
- Ya sé que no soy muy original pero estamos en la Torre Eiffel, así que originalidad a esta cena no le falta.- Tenía razón, me había pasado un poco con él pero seguía molesta por lo que había ocurrido ayer.
Empezamos a hablar de un montón de cosas y nos lo estábamos pasando muy bien. Me caía genial Bastien y si no fuera tan orgullosa le habría besado en el momento en que lo vi.
- Chloé, me harías el favor de cogerme la servilleta.- Lo hice sin rechistar por el detalle de la cena pero me pareció de mal gusto hacerme coger la servilleta que se le cayó a él.
Me volví a incorporar y empecé a comer espagueti. Había uno de los espaguetis que parecía que no tenía fin y empecé a sorber fue entonces cuando miré a Bastien y vi que estábamos tomando el mismo espagueti. Comprendí por qué me había pedido coger la servilleta, para poner el espagueti en mi tenedor y así hacer como en la película la Dama y el vagabundo. Cada vez estábamos más cerca el uno del otro, nuestros labios ya se rozaban hasta acabar en un beso. Un beso corto, un pico, pero que se convirtió en uno de los más bonitos que había tenido nunca.
La cena terminó y Bastien me acompañó hasta la salida de la Torre Eiffel.
- ¿Te he demostrado bien lo que me importas?
- Puede.
- ¿Por qué sigues dudando?
- No sé.
Bastien se acercó a mi y me dio el típico beso de despedida. Este beso fue más largo y apasionado.
-¿Sigues sin creer que me importas?
- Si.
- Pues no dudes de que seguiré intentándolo.


 

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